Vestirse de fragilidad...
- Anto-azul
- 22 oct
- 1 Min. de lectura

"(...) Aprendí perdiendo a apagar las voces que me atan a mis miedos y a desafiar fantasmas que me frenan en el tiempo (...)"
Pilar Cabrera - cantautora colombiana
Hay días en la que mi química interna —llámese serotonina, endorfinas o simple misterio— trazan altibajos que se sienten como mareas y cuando esto ocurre, recibo energías diversas: algunas suaves, como un abrazo; otras densas, como el aire antes de la tormenta. (Quizás es mi sensibilidad la que amplifica todo, esa antena que capta incluso los episodios que no me pertenecen).
Pienso en Fito Páez cuando canta cádaver exquisito, o en Natalia Lafourcade cuando invoca al pajarito colibrí. Ambos saben de esa mezcla de belleza y vulnerabilidad que habita el alma cuando la tristeza se cruza con la gratitud y quizás algo de libertad.
En medio de mi desorden de ideas, hay una palabra que va y viene: fragilidad. Desde siempre me ha gustado, quizá porque, como respirar es algo inevitable.
Sí, en definitiva de ese vestido de fragilidad no escapamos. Nos cubre, nos recuerda que somos cuerpo, que somos química y alma en movimiento.
Hoy me visto de fragilidad sin miedo. No busco respuestas, solo respiro. Me abrazo en silencio y me dejo sostener por la red de amor y apoyo que me rodea.
Porque hay días así: días en que la serotonina baja, en que el corazón se desacomoda y los pensamientos flotan. Pero también son días de verdad, días en que la piel siente y la vida se muestra sin filtros.
La fragilidad no es la grieta: es la forma en que entra la luz...